Destripado por Nicolás Jarque, una vez cosido y reparado, quedó en este estado:
Casualmente, el misterio que rodeaba la desaparición de varias señoras, encontró un punto común. Sobre todos había una coincidencia: a todas les gustaba el baile y en algún momento habían estado en la “Sala Venus”.
Tras la desaparición de la señora Estrella del Sol, el Inspector Luna comenzó a sospechar este hecho. No sabía por dónde comenzar a actuar y como cuestiones de azar, encontró un anuncio que le puso en la pista de Don Saturno.
Cuando pasó a visitarlo, encontró a un galán de vieja escuela, arrugado y quemado por exceso de sol, pero ágil como una estrella fugaz. Viejo y sabio, pero a fin de cuentas senil y algo pirado.
Sobre la repisa, junto a la ventana, exhibía una curiosa colección de muñecas embotelladas. Entre sus muñequitas flotantes, había unas de aspecto más joven y otras maduritas; contaba hasta quince. Curiosamente, cada una por su aspecto y pose, representaba un baile.
Le comentó que el baile era su vida, y acerca de sus parejas, siempre se quedó con las mejores.
Al reparar en la foto del portarretratos, explicó al Inspector Luna:
“Fui antropólogo de profesión. Anduve buena parte de mi vida perdido entre tribus africanas. Estos que posan conmigo son jíbaros...se pueden aprender tantas cosas de ellos”.
Alguna diferencia sí que hay respecto a su anterior estado:
Lo misterioso de algunas desapariciones era la casualidad, algo común que coincidía en todas las señoras “ausentes”: a todas les gustaba el baile y en algún momento habían estado en la Sala Venus.
Tras la desaparición de la señora Estrella del Sol, el Inspector Luna comenzó a sospechar este hecho. No sabía por dónde comenzar a actuar y como cosas de azar, encontró un anuncio que le puso en la pista de Don Saturno.
Cuando pasó a visitarlo, encontró a un galán de vieja escuela, arrugado y quemado por exceso de sol, pero ágil como una estrella fugaz. Viejo y sabio, pero a fin de cuentas senil y algo pirado.
Sobre la repisa, junto a la ventana, exhibía una curiosa colección de muñecas embotelladas. Entre sus muñequitas flotantes, unas de aspecto más joven y otras más maduritas, contaba hasta quince. Curiosamente, cada una por su aspecto y pose, representaba un baile.
Le comentó que el baile era su vida, y acerca de sus parejas, siempre se quedó con las mejores.
Al reparar en la foto del portarretratos, explicó a Luna:
“Fui antropólogo de profesión. Anduve buena parte de mi vida perdido entre tribus africanas. Estos que posan conmigo son jíbaros...se pueden aprender tantas cosas de ellos”.